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Hay cosas que me cuesta bajar en palabras. Hay ciertos temas que cada vez que aparecen en mi mente hago todo lo que puedo por alejarlos y hacer de cuenta que no están ahí. Incluso hay cosas con las que empiezo a maquinar tanto que se me eleva la ansiedad y termino armando escenarios hipotéticos en mi mente que es muy probable que no sucedan.
Hablar sobre ansiedad a veces me da vergüenza. No entiendo bien por qué, pero creo que se debe a que no todo el mundo entiende cómo funciona o no entienden por qué hay tantas “tonterías” que me generan ansiedad. Me siento, no solo incomprendida, pero juzgada y a veces desolada. Entonces frente a ese no saber de un otro, me siento menos capaz de hacer las cosas y me siento menos como persona, como si mi valor se midiese a partir de mis niveles de ansiedad. Muchas veces hablé sobre mi experiencia con este trastorno desde un lugar más superficial, nunca calé hondo en todo lo que significa sufrir de ansiedad para mí. Cada experiencia es un mundo, pero todos compartimos al menos un síntoma.
No voy a dar una clase sobre qué es o no ansiedad, porque no estoy capacitada para hacerlo ni es el objetivo de este post. Mi objetivo es hablar de lo que me da miedo; y volver a sentir altos niveles de ansiedad, transitar nuevamente un ataque de pánico o no poder acercarme a la puerta de mi casa me causa terror.
Sé que esta es una columna pública y me genera cierto miedo exponerme sin ningún filtro, explicar todos los miedos que me rondan la mente, darles paso a una parte de mí que casi nadie tiene. Y estoy segura de que no faltará quien crea que todo esto es una exageración, que no es real que se puedan sentir este tipo de cosas o que alguien viva así. Sin embargo, sí sucede, y realmente me pone muy contenta por la gente que no tuvo que pasar por estas situaciones en ningún momento, y deseo de todo corazón que no tengan que atravesarlas nunca porque es de las cosas menos agradables que te pueden pasar.
Mi mayor miedo en este momento es volver a sentirme como aquel 2016/2017. La primera manifestación consciente que tengo de la ansiedad en mi vida fue a partir del deseo de cancelar mi viaje de egresados; no porque no quisiera asistir, pero porque solo podía pensar en todas las cosas negativas que me iban a pasar si iba. Así comenzó una seguidilla de momentos que no podía disfrutar. Se suponía que estaba viviendo el mejor año de mi adolescencia y no era capaz ni de ir a una fiesta con mis amigos. Gané entradas para ir a la avant premiere de una de las películas de superhéroes más esperadas del año y en cuanto llegué al cine, tuve que volverme porque era tal el dolor de cabeza que tenía, combinado con dificultad para respirar y dolor de espalda, que lo único que podía hacer era cerrar los ojos y llorar. Recuerdo la sensación y me angustia. Ese día me acuerdo que estuve alrededor de tres horas en la guardia del sanatorio esperando a que el médico me diga por qué me sentía de esa manera y qué podía hacer al respecto. Salí de la guardia con un ataque de ansiedad y falta de aire.
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Dicen que la repetición de ataques de pánico no son por el pánico del momento, sino por el miedo a revivir la sensación del primer ataque de pánico. La situación que estés viviendo despierta algo que tu mente relaciona con ese primer ataque de pánico y vuelve a suceder. Hubo una época donde tenía al menos dos ataques de pánico por día. Terminaba agotada, triste y sin saber muy bien qué hacer para evitar que sigan sucediendo. El día en que me derivaron a la psiquiatra se me cayó el mundo abajo. Creo que fue más que nada por el prejuicio a ese tipo de médico o a la posibilidad de ser medicada. Con el tiempo fui aprendiendo que no tengo nada de que avergonzarme; al contrario, es una herramienta que me ayuda muchísimo y si hoy no tengo ataques de pánico hace meses, es en gran parte, gracias a la medicación.
Pienso que la manera en la que le hice frente a este miedo fue con terapia. Mientras estaba en tratamiento psiquiátrico me recomendaban que consulte con una psicóloga. Me negué por mucho tiempo escudándome detrás de que la mediación era todo lo que necesitaba para estar bien. Hoy entiendo que estaba equivocada. Lo que sí, pasé por muchas terapeutas hasta lograr encontrar una con la que me sienta cómoda, me ayude y con la que establezca una relación en la que puedo ver el progreso de mi tratamiento.
Estoy segura de que tengo otros miedos, pero creo que hoy mi mayor miedo es volver a sentirme tan mal como me sentí una vez; sentir que me estoy volviendo loca, que me estoy muriendo o que esa angustia va a ser infinita. No sé si en algún momento voy a volver a sentirme así, quizá si, es muy poco probable que no, pero en el momento en que suceda, sé que voy a estar mucho más capacitada de transitar esos caminos. Voy a poder hacerle frente al miedo de otra manera.
De una persona que intenta amigarse con su ansiedad a otra, te abrazo Mica ♥ Se lo duro que es.
gracias por tu transparencia y humanidad, Mica. No abunda y es muy necesaria. abrazo!!