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Imagino que no soy la única que ni bien se estira para apagar la alarma, agarra el celular y entra a alguna red social. En mi caso me paso los primeros 20 minutos de mi día scrolleando Twitter y leyendo que dicen otras personas sobre temas que me interesan, y sobre otros que no tanto. Me excuso diciendo que es la manera en la que no me vuelvo a dormir, pero me he quedado dormida con el celular en la mano en varias ocasiones. No es algo que me agrade hacer, suelo buscar la manera de romper con ese hábito, pero es algo que tengo tan automatizado que me cuesta. No es necesariamente algo que me moleste, ni que me cause alguna incomodidad, es simplemente dedicar más minutos de mi día a mirar una pantalla. Minutos que quizás me gustaría dedicar a hacer algo diferente.
Lo dije antes, y lo vuelvo a repetir, me encantan las redes sociales. Me gusta poder conectar con personas que disfrutan de lo mismo que yo, poder compartir mi trabajo sin ningún mediador, poder hacer una carrera de estar en redes y mantener el contacto diario con los que están más lejos. Pero no todo es tan maravilloso, hay que saber ver el lado B de la situación; lo que menos me gusta de esta vida en virtualidad son los estándares que nos imponen, la presión que se genera por crear algo que sea aprobado por un otro, definir nuestro valor por la cantidad de likes y la pérdida de la privacidad en un mundo donde todo se comparte, donde todo es contenido.
Me acuerdo de que hace varios años se estilaba compartir tu publicación en Instagram y si la cantidad de likes no pasaba la cantidad de minutos que tenía de vida la misma, se borraba. Al rato, se volvía a subir la misma publicación con una excusa que sonaba como: “Uy Instagram me borró la publicación, acá va de nuevo”. ¿Lo hiciste alguna vez? Honestamente, no recuerdo si lo hice o no, pero me atrevo a decir que al menos en una oportunidad, lo debo haber hecho. Todos somos culpables de haber caído en trampas parecidas, de intentar encontrar el truco que nos dé más likes en publicaciones porque es la manera en la que recibimos cierta validación externa y eso nos hace sentir bien.
La pregunta que te dejo hoy es: ¿Qué partes de vos mismo sacrificaste por recibir esa validación virtual?
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