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Dos septiembres atrás, me encontraba escribiendo sobre voces, sobre la manera en que me expresaba y como usaba mi voz.
“Casi no hablo, y si lo hago suelo trabarme, o digo tantas boludeces que se me van las ganas de hablar por miedo a lo que me dirán o lo que puedan llegar a pensar sobre mí.”
Para mi primera clase de Terapia Creativa recuerdo que había hecho un PowerPoint sobre Martín Rechimuzzi, su voz y sus latiguillos. No lo mostré ni hablé en toda la hora. Había ingresado en un grupo que ya estaba consolidado y sentía que llegaba a romper con la dinámica. Sin embargo, la energía de mis compañeras me cautivó, y me propuse hablar en la clase siguiente por más pequeño que fuese el comentario.
Todavía recuerdo la manera en la que me latía el corazón, como si se me estuviese por salir del pecho. Las manos me temblaban y la voz se me cortaba mientras sentía como una gota de transpiración recorría mi columna. Leí la historia de mi personaje, una niña medio nerd sin amigos, que era muy tímida y no le gustaba hablar. Una chica que se alejaba de la gente y le asustaban las oportunidades de sociabilizar. No es mi texto favorito, pero lo recuerdo con cariño porque fue la puerta a un mundo del cual no quiero irme.
Dos septiembres atrás me encontraba uniéndome a mi primera clase de Terapia Creativa.
Mi primer acercamiento a Juana, la profe/moderadora/mentora/líder de Terapia Creativa, fue gracias a Giuli. Juana se ha viralizado varias veces en Twitter, y así fue como llegó a mi vida. Por alguna razón terminamos siguiéndola en Instagram y yo estaba fascinada con las historias que pintaba en mi cabeza con palabras. Buscando una excusa para hacer uno de sus talleres asincrónicos, me prometí regalarme El Semillero, su curso best seller, si llegaba a los diez mil suscriptores en YouTube. En agosto de 2021 hice la compra, y fue tal la llama que nació cuando empecé a escribir, que para septiembre ya estaba en el taller semanal.
Semana a semana, mes a mes, fui aprendiendo diferentes aspectos de mí misma, descubriendo qué quería hacer y reencontrándome con una pasión que había dejado abandonada después de escribir fan fiction sobre One Direction. Los textos que nacían en clase y corregía en horario laboral eran publicados en Instagram; me gustaba compartir todo esto nuevo que sentía cada vez que me tocaba llenar una hoja en blanco. Comencé a ver historias en todas partes, me gustaba inventarme una situación con cada personaje interesante que me cruzaba caminando las calles de Brighton e imaginar hacia donde estarían yendo.
De a poco empecé a afianzarme más en el grupo, y ya no temblaba tanto cada vez que decidía hablar. Escribí muchísimo — sobre el molde en que me pusieron y como rompía con esas expectativas, escribí sobre como no encontraba mi lugar en una ciudad que apenas conocía, desafié mi mirada sobre el amor más de una vez, traté de definir mi propia identidad. Descubrí que más de uno se esconde detrás de una máscara por miedo o por supervivencia, dejé viajar mi imaginación hacia sitios inesperados, me enfrenté a la vergüenza que más de una vez me privó de momentos increíbles. Navegué la nostalgia de lo que no pasó, me permití descansar y encontrar belleza incluso en los peores escenarios, hice duelos que no sabía que necesitaba y empecé a creer en la suerte. Le hice frente a mi propia mirada juzgadora, entendí que la culpa es muy contradictoria, se despertaron deseos en mí que supuse que estaban dormidos. Y me encontré con una comunidad hermosa que semana a semana comparte lo más profundo de su esencia con un grupo de personas desparramadas por el mundo.
Terapia Creativa es mi espacio más seguro, el refugio al que siempre quiero volver y del que no quiero irme.
Lograr un espacio que tanta gente quiera de la manera en que nosotros lo queremos no es fácil. Más de una vez su propia existencia estuvo en peligro, pero salimos a defenderlo, cuidarlo y nutrirlo. A la mayoría de las personas que forman parte del taller no las conozco, pero me he sumado en horarios que no son el que me corresponde, y el recibimiento es el mismo.
Juana logró crear un espacio donde sobra el talento y la imaginación, donde cada persona que se suma aporta algo completamente propio. Terapia Creativa me presentó desconocidas que se volvieron compañeras, que hoy son amigas. Este taller me unió con una chica que vive en Uruguay y nunca vi en mi vida, pero que si necesita algo, sabe que me puede escribir en cualquier momento y ahí estaré. Y yo sé que de su parte es igual. Terapia Creativa me regaló pasar un sábado a la noche en Londres con seis chicas que apenas conocía riéndonos hasta que nos dolió la panza mientras mirábamos compilados de mejores publicidades mundialistas.
En la clase del martes pasado, Cris dijo que somos un gran espacio seguro. Lloramos con las cámaras prendidas y las apagamos para sonarnos la nariz. Nos contamos cosas que quizás nos cuesta contarle a nuestro entorno, sin entender muy bien por qué nos nace exponernos sin ese miedo paralizador. Nos reímos, nos apoyamos y acompañamos.
Ser parte de espacios como este es un placer. Todas las semanas espero los martes con muchas ansias, incluso los días en que mis energías están un poco bajas, incluso esos días en los que digo “Quizás hoy paso”. Aprendo de mis compañeras, me llena el alma el talento que tienen para contar historias, y escucho fascinada cada uno de sus relatos. A veces hay temas que me tocan alguna fibra muy sensible, y sé que voy a estar contenida y no va a haber ninguna presión para que hable si no lo deseo.
Terapia Creativa nació como un taller de escritura, pero hoy es mucho más que eso. Es el espacio en el que podemos revolver en lo más profundo de nosotros mismos sin miedo de lo que pueda llegar a salir porque sabemos que va a haber un grupo listo para ayudarte.
Desvaríos finales, recomendaciones y algo más:
Lo último que miré: Argentina: Tierra de Amor y Venganza.
Lo último que leí: Hace varios días que no leo ACOMAF y siento que me falta algo (Rhysand).
Lo último que escuché: Mucho Taylor Swift porque es la playlist descargada en mi Spotify y estuve sin mucho internet.
Lo último que compré: Muchas cosas para la casa por Amazon.
Lo último que me sorprendió: Lo hermosa que está quedando nuestro nuevo depto.
Lo último que soñé: Rodrigo De Paul estaba tomando mates en la barra de la cocina mientras comía bizcochitos con Giuli.
Qué lindo saber que tengas un espacio seguro, creo que es de las cosas que más valoro, adoro la ternura con la que lo contas 🥺🌷
Sos sensacional. Otra vez termino emocionada y llorando de ternura. 🤍