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Escribir me está resultando una tarea difícil. Durante las últimas semanas pasaron muchas cosas inesperadas que llevaron a que mi mente no pudiese concentrarse en otra tarea que no sea resolver los conflictos más urgentes.
No tenía energías ni ideas para permitirme crear un texto, ni mucho menos contaba con la autoestima suficiente para saber valorar mis esfuerzos. De hecho, las últimas semanas fueron los días donde más me repetía que podría estar haciendo más, mucho más; no sabía exactamente qué, pero seguro había alguna posibilidad que no se me había ocurrido.
En un momento barajé la posibilidad de escribir sobre por qué me gusta tanto Friends, qué tiene la serie que me lleva a ver las diez temporadas al menos una vez al año todos los años. Terminé de verla nuevamente hace unas tres semanas, y hace aproximadamente una semana se dio a conocer la noticia del fallecimiento de Matthew Perry, el actor que interpretó a Chandler Bing y se ganó todos nuestros corazones. Frente a este escenario, mis ganas de escribir sobre mi serie favorita fueron disminuyendo. Pensé, también, en escribir sobre cómo me impactó la llegada de mi hermana a Brighton y qué se sentía volver a tener a una parte de la familia tan cerca. Pero me la pasé disfrutando con ella, por lo que sentarme a escribir nunca apareció como una opción.
Y esto me trae una y otra vez a una pregunta que se repite cada vez que caigo en este espiral de no sentirme lo suficientemente “talentosa” como para escribir y mantener un newsletter:
¿Qué quiero decir?
¿Sobre qué quiero hablar?
¿A quién le quiero hablar?
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