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Últimamente, me está costando enfrentarme a las confesiones. No sé bien qué quiero decir y es probable que sea porque no sé qué quiero hacer. Hace dos semanas le comenté a mi psicóloga lo perdida que me siento y lo aburrida que estoy de mi rutina, de que mis días se vean iguales. Estoy cansada de mi trabajo, pero no puedo abandonarlo. Quiero dedicarme a hacer lo que verdaderamente me apasiona, pero me da miedo no ser lo suficientemente buena como para vivir de eso. Estoy rodeada de incertidumbres para las que aparentemente solo yo tengo las respuestas. ¿Cuál es el próximo paso si no tengo las respuestas a esas preguntas? ¿Qué camino debo tomar para llegar a ese destino que tanto anhelo?
Te diría que me deja mucho más tranquila saber que no soy la única que se siente así, pero estaría mintiendo. Si bien me siento acompañada, eso no disminuye la frustración de no poder acomodar mis deseos, mis sueños y mis planes a futuro. Sin ir más lejos, la situación se espeja en mis amigues que también están viviendo su propia versión de no saber hacia donde dirigirse. Una vez que uno abrió la puerta a esta incógnita, entramos la mayoría al grito de “Me pasa exactamente lo mismo”. Incluso entre tantas diferencias encontramos similitudes. ¿Será esta alguna crisis por estar transitando la mitad-casi-final de nuestros veintes? Entiendo que somos jóvenes, que tenemos toda una vida por delante, pero ¿de qué sirve esa vida si no sabemos qué queremos hacer con ella?
Siento que por momentos estoy existiendo y no viviendo. Paso la mayoría de mis días en piloto automático sin pensar demasiado en lo que hago. Me muevo por inercia — sé donde no pisar en la calle para no ser víctima de una baldosa floja, cruzo por esquinas sin mirar a ningún lado porque ya sé que por esa calle no vienen autos, todas las mañanas me cruzo con el mismo señor en la esquina del supermercado mientras camino hacia la oficina. Mi terapeuta me dijo que tengo que buscar hacer algo en la semana que cambie mi rutina y me genere un poco de emoción, algo que le dé un color diferente a lo mismo de siempre.
No sé qué puede ser eso que me saque del molde y me haga descubrir que la vida puede ser interesante de nuevo.
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