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Estoy cansada de que la historia se repita. Los patrones se empiezan a ver. Ataco una y otra vez con todas mis fuerzas, pero nada parece romperlos. Las situaciones se presentan frente mío como un déjà vu. Una repetición que ya molesta, que no aporta nada nuevo. Y al menos una vez al año me encuentro contemplando lo mismo: el boomerang vuelve porque hay miedo y hay vergüenza.
La combinación de todas mis fuerzas no pareciera ser suficiente para desterrar la recurrencia de ciertos sentimientos. Una y otra vez me encuentro frente a estos espejos, convencida de que ese último golpe es el que definitivamente los va a romper en tantos pedazos que no se van a poder reconstruir. Una y otra vez tengo que hacerle frente a la realidad de que ese espejo sigue tan entero como la primera vez. Hay ciclos que sé que no se van a terminar — cuando cambian las estaciones, y el invierno se hace primavera, nace dentro de mí una esperanza que se apaga cuando el verano se vuelve otoño. Desde hace casi cinco años espero el 20 de marzo con ansias porque eso significa que el sol empieza a acompañarnos por más tiempo, las nubes comienzan a despedirse y el olor del mar me llama a su encuentro. Los cambios de estación son tan cíclicos como la vida misma. Hace casi un año me preguntaba: ¿Dónde estabas hace un año? ¿Dónde estás hoy? ¿Podés establecer alguna conexión entre esos dos momentos?
Si vamos a lo concreto, abril de 2023 fue un mes increíble porque vino mi mamá de visita a Inglaterra. Recorrimos los lugares que camino a diario, le mostré como se ve mi vida de este lado del charco, y vivimos momentos que voy a atesorar por siempre. Hace un año, le dije a mi doctora que me gustaría ver a una nutricionista. Su respuesta fue derivarme a un programa de 12 semanas para aprender a comer de manera saludable y crear hábitos que se puedan sostener en el tiempo. Denominé a este grupo “Gordos Anónimos”, pues todas las semanas el salón te recibía con un semicírculo de sillas que me recordaban a escenas de alcohólicos anónimos que vi en series o películas. A finales de marzo de 2023, bajo la consigna de darle palabras a nuestro silencio, escribí sobre la culpa con la que cargo cuando no me quiero tanto como se supone que debería. Y de como el sueño de mi vida (o mi imperio romano, como dicen los jóvenes) siempre fue ser flaca. Hace unos días, le compartí a mi mamá una de las fotos que me saqué en Irlanda y uno de sus primeros comentarios fue sobre mi aspecto físico. Dijo que me notaba más flaca. ¿Sí? ¿No? ¿No lo sé? El ciclo comienza a repetirse, con diferentes matices, pero siempre con la misma esencia. Es más que claro que existe una conexión entre estos dos momentos, y en otros que sucedieron años atrás.
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