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En mi última sesión de terapia, mi psicóloga me preguntó por la lista de balances que hago cada vez que llegamos a diciembre. Le dije que este año no había decidido hacerla, al menos no todavía ni de la misma manera de siempre. Lo mismo hago cada vez que llega mi cumpleaños; anoto mis momentos favoritos del último año y miro hacia atrás con nostalgia. Esta vez, hice la primera (de muchas) fanzine titulada “26 cosas que aprendí en 26 años”. Porque ya no se trata solo de recordar momentos bonitos, ni experiencias que disfruté, sino de encontrarle un sentido un tanto más profundo, como qué me enseñó o qué me regaló esa oportunidad. Diciembre en La Ronda, el taller de escritura, se vivió alrededor de los pequeños rituales que hicimos durante todo el 2024 y que nos acompañaron durante los últimos doce meses. Esas pequeñas acciones que quizás pasamos por alto, pero fueron fundamentales para sostenernos durante el año, nos dieron cierto orden y nos recordaron que, a pesar de todo, las cosas estaban bien, o al menos, no tan mal.
Me gustaría tener más reflexiones, pero las palabras me escapan, dice mientras no para de escribir. Quizás sea el cansancio propio de diciembre, tal vez sea el hecho de que hace varias semanas que no me siento a escribir como me gustaría y siento que estoy perdiendo el ritmo. De todas formas, acá estoy. Porque la palabra que le designé a este 2024 fue constancia y creo que me acompañó de maneras que no me esperaba. Pienso que los cambios deben ser enormes, que hay que ver una gran diferencia entre el inicio y el fin de este año, pero justamente la constancia no se trata de eso. Sí creo que se trata de poder sostener ciertas prácticas con una regularidad que le sirva a uno, que lo mantenga en cierto ritmo, y que no se abandonen por completo. Probablemente, no aparecí en este espacio tan seguido como me hubiese gustado, pero escribí al menos una vez por semana, Le dediqué muchas horas del 2024 a mi escritura y mi creatividad, y eso hoy para mí es suficiente. No mantuve una rutina de educación física ni me anoté al gimnasio, pero salgo a caminar un par de veces a la semana, aunque eso simplemente signifique ir al supermercado que está a 10 cuadras de casa. No habré leído todos los libros que me hubiese gustado, pero leí los que quise, y muchas noches le dediqué al menos un ratito a la lectura. La constancia se encuentra escondida porque no hace presentaciones grandilocuentes, no es extravagante, hasta podría pasar desapercibida. Se esconde en las pequeñas cosas, y descubrí que es ahí donde me gusta estar. Sostuve lo que quise, lo que pude, y me sostuve porque me sostuvieron.
Feliz año.
Deseo de todo corazón que el 2025 te abrace y te llene de experiencias increíbles e inolvidables.
Así existí en el mundo durante 2024
Mi mañana no comienza hasta que no prendo la laptop del trabajo, abro las cortinas y le preparo el desayuno a Giuli para que se lo lleve al trabajo. Mientras corto espinaca y bato un huevo y corto melón, le dejo todo listo para que ella también arranque su día de la mejor manera posible.
Cuando uno está lejos del hogar que conoció como tal durante toda su vida, busca diferentes maneras de mantenerse en contacto con él. Por eso, de lunes a viernes, alrededor de las 9 am, mientras preparo mi desayuno, empieza a sonar el programa más reciente de Nadie Dice Nada.
Mis publicaciones en Instagram como si fuesen páginas de scrapbooking salidas de mi journal fueron una mis salidas creativas favoritas. Dedico horas a intervenir fotos, armar collages y elegir los mejores stickers para volver mis recuerdos incluso más bonitos.
Todas las tardes preparo la merienda: café con leche y tostadas. Algunos días estamos más gourmet y comemos alguna otra cosa, pero en esta casa no puede faltar la manteca, el queso crema y la mermelada.
Vi tantas series tirada en el sillón con mi mejor amiga que perdí la cuenta. Nos hemos pasado horas frente a la pantalla, discutiendo sobre personajes y trama, enamorándonos de más de un actor y encontrando nuevas obsesiones.
La llamada semanal entre mi hermana y mi mamá donde nos ponemos al día e intercambiamos chisme como si fuésemos viejas chusmas de barrio es esencial. La mayoría de las veces es una conversación de locos, hablando una arriba de la otra, la señal que se corta, y las palabras que se pierden, pero nunca decepcionan.
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