⏰ Tiempo estimado de lectura: 16 minutos ⏰
Cuando me propuse encarar este newsletter desde otra perspectiva, sentí miedo. Durante más de 2 años me dediqué a escribir a partir de mis procesos personales, detallando mis sentimientos, e intentando descubrirme a través de las palabras. Hoy, que no quiero ser el centro de mis textos, pero tampoco quiero borrar mi existencia de ellos, me encuentro un tanto perdida en cuanto a como empezar y hacia donde dirigirme. Tengo un archivo de textos que podría despolvar y compartirte, otros que habría que pulir antes de que vean la luz, y otros tantos que prefiero que sigan viviendo en la intimidad de mi computadora. Me embarqué en esta nueva aventura avisando de entrada que estos ensayos no son más que la exploración de mi propia curiosidad gestada a partir de una pregunta que probablemente no encuentre respuesta. Y si bien es un camino que me entusiasma recorrer, debo admitir que dar el siguiente paso me da un poco de miedo.
Pero creo que es normal. Toda nueva experiencia trae nervios y miedos propios de lo desconocido, de no saber exactamente a qué puertos vas a llegar o con qué te podés cruzar en el camino. Y de no ser así, al menos esto es lo que me repito para quedarme tranquila de que la que maneja este barco y elige su rumbo soy yo; así como decidí ir por cierto camino, puedo elegir ir por otro.
Pensar en temáticas un tanto más abstractas y que me corran a mí del foco resultó ser todo un desafío. Tomé como puntapié las preguntas de las primeras clases del mes de La Ronda, busqué disparadores en canciones, películas, series y libros. Encontré una gran fuente de inspiración en Tumblr, pero sobre todo, me animé a leer entradas viejas de mi diario íntimo. Hay palabras que me dan tanta vergüenza que quiero dejar de leer, algunas que recuerdo y otras que no, textos por los que detesto a la persona que era en ese momento, y otros en los que me encuentro chiquita y me tengo compasión. Pero no quiero hablar de mí. Quiero hablar de los miedos, esos que nos atraviesan a todos, esos miedos que son tan propios que nadie más puede comprenderlos, y otros que son tan ajenos que no hay manera de dimensionarlos.
Según la primera definición que aparece en Google, el miedo puede ser la angustia por un riesgo o daño real o imaginario, o el recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea. Podemos, entonces, pensar en el miedo como una alarma que empieza a sonar bien fuerte cuando creemos que estamos en peligro, o incluso cuando no tenemos el control sobre el resultado de una situación. Nuestro cerebro parece no poder discernir entre lo que es verdadero y lo que no, así que por las dudas nos dice que tengamos cuidado y nos pone en alerta. Es tan solo una herramienta de supervivencia que nos ayuda a enfrentar o evitar situaciones que percibimos como amenazantes. Por ejemplo, ¿a qué le tiene miedo el que le teme a las alturas? ¿A caerse y no estar en control de su cuerpo? ¿A lastimarse? ¿A morir? A veces me pregunto si hay una solución o un tratamiento para los miedos. ¿Llegan a desaparecer por completo? ¿O se disfrazan de otros para seguir persiguiéndonos?
Intentar racionalizar nuestros miedos no siempre es la respuesta. Incluso cuando menos queremos, pienso que hay que sentir ese miedo; dejar que tome posesión de nuestro cuerpo un rato y buscar alguna manera de comprenderlo, aunque sea un poquito. El miedo es una alarma, pero también es un despertador, y si logramos accionar frente a él, se nos puede abrir un mundo de oportunidades. Quien le tiene miedo a los aviones, pero logra subirse a uno, se va a encontrar con que puede recorrer el mundo y descubrir lugares que jamás imaginó. La persona que le teme a las alturas, pero llega al punto más alto de la ciudad, se va a encontrar con otra perspectiva del paisaje que creía conocer por completo. El que le teme a la soledad, pero se anima a pasar tiempo solo, va a conocerse y descubrir partes de sí mismo que quizás ni sabía que existían. Los miedos a veces nos paralizan, pero también pueden ofrecernos libertad. Por mucho tiempo creí el miedo te encerraba y te bloqueaba el camino hacia tus objetivos. De a poco voy comprendiendo que también pueden conceder libertades, que te permiten explorar trayectos que creíamos que no se iban a presentar frente a nosotros. Si temo que el tiempo se me pase rápido sin haberlo aprovechado, es mi propio temor el que me da el empujón para comenzar a hacer lo que tengo pendiente. Me libero del mismo haciéndole frente y haciéndolo igual, aunque tenga miedo, aunque no esté segura; prefiero arriesgarme a hacerlo que a seguir sufriendo por escenarios hipotéticos. No digo que haya que despojarse de absolutamente todos los miedos porque no sería lógico ni posible. Quizás a donde quiero llegar es a dejar de esconderlos, de creer que ellos tienen total poder sobre nosotros, cuando en muchos casos podemos plantarnos y decirles “Hoy no”.
Sin demasiada vergüenza puedo afirmar que soy una persona bastante miedosa. Le temo a la oscuridad, a las arañas, a las cucarachas. Tengo miedo de olvidarme las llaves adentro de mi casa cada vez que salgo, a los lugares con mucha gente y poco lugar para moverse, le tengo terror a los espacios chiquitos porque temo quedarme atrapada, y le temo a mi propia voz que me susurra que eventualmente me voy a quedar sola y que nadie me quiere. Algunos de estos miedos me encuentran más seguido que otros. Mis miedos no necesitan de la noche para aparecer, aunque sus mejores performances fueron con la luz apagada junto al insomnio como invitado especial. Hace algunos días en el hemisferio norte cambió la hora. Esto significa que los días son significativamente mucho más cortos y la oscuridad aparece de un minuto a otro. Comienza la época del año a la que busco escaparle constantemente; quizás porque en la oscuridad es donde mis miedos se encuentran más cómodos y aparecen con más frecuencia. Si bien prometimos que este invierno no iba a ganarnos ni pasarnos por encima, el temor de que aparezcan fantasmas del pasado siempre está presente. Durante el día, y junto a la escasa luz que envuelve al Reino Unido, los miedos se pasean a mi alrededor, pero no siempre se animan a atacar. Pienso en esa vez usé como metáfora a una aspiradora inteligente para visualizar como mis miedos me persiguen: me conocen tanto que saben por donde ir para encontrarme, y hasta no pasarme por arriba, no van a frenar. A veces me persiguen hasta en sueños y me despierto con una angustia que me llena el pecho y me corta la respiración. Pero a pesar de lo que aprendo sobre ellos, todavía es difícil enfrentarme a algunos. Creo que el miedo no es necesariamente enfrentarme a ellos, sino a lo que podría encontrar una vez que lo haga. No saber qué hay del otro lado de los temores es un miedo en sí mismo. Puedo llegar a encontrarme con algo mejor, o con algo peor. Las posibilidades se dividen en partes iguales, y solo voy a conocer el resultado una vez que me anime a dar el siguiente paso. A esto me refiero con que quizás los miedos no desaparecen del todo y esconden otros. Son como las muñecas rusas, las mamushkas; cada vez que abrís una, adentro hay más y más. ¿Cómo se le pone fin? ¿Existe una manera de derrotar los miedos, o hay que aprender a convivir con ellos?
Tengo otros que son tan propios míos, que probablemente a alguien ajeno le parezcan hasta tontos. Lo que pasa es que para entenderlos a esos en particular, hay que conocer la historia de quien teme. Es fácil juzgar miedos ajenos si no conocemos su origen, aunque también es difícil explicarlos, pues es exponerse y mostrarse vulnerable — algo que también da un poco de miedo. Si pudiésemos hablar sin temores ni vergüenza, eventualmente nos encontraríamos con que muchos de nuestros miedos son compartidos. A primera vista podrán parecer distintos, pero si vamos a la raíz, veríamos que son más parecidos de lo que creemos. Entonces, nos sentiríamos menos solos y hasta quizás un poco más comprendidos. Nos conoceríamos más y nos juzgaríamos menos. Algunos temerán no llegar a fin de mes, y otros tendrán miedo de quedarse sin trabajo. En el fondo, el temor es el mismo: no contar con la estabilidad financiera suficiente para poder sobrevivir.
Evidentemente, hay miedos que no van a desaparecer hasta que sea momento de decirles adiós, y habrá muchos otros con los que tendremos que aprender a convivir. Uno de mis mayores miedos es no disfrutar de momentos que sé que no se van a volver a repetir por vergüenza o por como me vea un tercero. Entonces, pasito a pasito, de a poco, pero seguro, voy despojándome de ese temor. No quiero dejar de gritar, cantar y bailar en cada recital al que voy porque alguien pueda llegar a decir algo de mí. Seguiré grabando en la calle aunque algunas personas se queden mirándome por hablarle a una cámara en otro idioma. No voy a taparme en el día más caluroso del año porque no estoy en buenos términos con mi cuerpo y alguien podría llegar a notarlo. Voy a continuar escribiendo porque prefiero saber que lo intenté, que le regalé mis palabras al universo, así me lean 2 o dos mil personas, a quedarme para siempre con la duda de qué clase de escritora hubiese sido si me animaba a hacer lo que tanto me gusta.
Un rejunte de recomendaciones y cositas que marcaron mi mes.
En esta nueva sección, te regalo recomendaciones basadas en lo que estuve viendo, escuchando, leyendo y cocinando. Me paso la mayor parte del tiempo frente a una pantalla, y aunque sé que quizás no es lo más sano, es de que lo que más disfruto hacer. Cuando no estoy mirando alguna serie, estoy escuchando música o le doy play a algún podcast que me acompaña mientras hago las compras en el súper. Y en varias ocasiones, estas actividades son la compañía perfecta mientras pruebo nuevos platos en la cocina. Hoy quiero compartirte mis favoritos del mes, y si tenés alguna recomendación, espero con ansias leerte.
👀 Este mes, estuve mirando —
💘 Nobody wants this: Si hay algo a lo que siempre le voy a decir que sí, es a una comedia romántica. Pero si encima le agregas como protagonistas a Kristen Bell y Adam Brody, me compraste por completo. La serie sigue a Joanne, presentadora de un podcast sobre sexo y citas, que conoce a Noah, un rabino recién separado, y la química es instantánea. Los episodios son cortos, rondan los 30 minutos y, personalmente, me dejaron siempre queriendo más. Terminamos la serie en prácticamente una sentada, y tengo el agrado de contarte que ya confirmaron una segunda temporada. La historia es tan ligera como profunda, y es graciosa sin recurrir al humor forzado o cringy. Y lo que más me gustó, además de retratar las dificultades del mundo de las citas y las relaciones sexo-afectivas, fue la manera en que muestran el desarrollo de una relación entre dos personas que parecen ser completamente opuestas, pero se complementan de manera casi perfecta. Podés ver la primera temporada en Netflix mientras esperamos el estreno de la segunda.
🔮 Agatha All Along: Uno de los mejores personajes de Wandavision estrenó su propia serie, y contrario a algunos de los últimos proyectos de Marvel, es realmente una obra de arte. Después de 3 años de estar encerrada en el hechizo de Wanda Maximoff, Agatha Harkness logra escaparse gracias a la ayuda de un adolescente que conoce su pasado y requiere de su ayuda para enfrentarse a las pruebas del Witch’s Road. Ambos juntan a otras brujas y crean su propio aquelarre para entrar a esta nueva dimensión y así encontrar lo que más desean. De por sí los proyectos de Marvel siempre me emocionan, pero este es especial porque tiene brujas, hechizos y mucha magia. Si bien tiene muchos guiños a los miles de proyectos dentro del MCU, creo que es una serie que se puede disfrutar sin haber visto todas las series y películas que salieron antes. Sí, hay detalles que te vas a perder o momentos con los que no te vas a emocionar tanto porque quizás no los entiendas, pero es una gran serie para ver y disfrutar. El 31 de octubre se estrenaron los capítulos finales, así que ya podés disfrutar los 9 episodios en Disney+.
👂🏻También, estuve escuchando —
🎸 McFly: Una de mis bandas favoritas cumplió 21 años y festejaron en el O2 en Londres. En preparación para el show, me pasé los días anteriores escuchándolos en Spotify, muy emocionada por verlos una segunda vez en el año. En 2023 lanzaron su séptimo álbum de estudio llamado Power to Play, el cual tiene un sonido muy carectirístico y propio de la banda. Si bien es la vuelta a sus orígines con toques de rock ‘n roll, también cuenta con unas baladas acompañadas por letras hermosas y armonías que hipnotizan. Recomiendo que todos escuchen McFly porque a pesar de ser una banda con muchísima trayectoria, no creo que tengan el reconocimiento que se merecen. Los podés escuchar en Spotify y ver sus videoclips en YouTube.
💿 Entre otros artistas, estuve escuchando a Taylor Swift, Fleetwood Mac, Twenty One Pilots, soundstracks de musicales, y alguna playlist de esas que te arma Spotify. No escuché muchos podcasts últimamente, así que esta sección queda medio vacía este mes.
📖 Las lecturas que me acompañaron este mes fueron —
💻 Normal People de Sally Rooney: Sin haber visto la serie completa pero conociendo un poco la historia, decidí darle una oportunidad a Normal People. Y tengo que admitir que no me arrepiento para nada. Si bien es un libro medianamente corto, me llevó unos 10 días terminarlo, pero cuando lo hice, sentí cierto vacío en el pecho. Si no conocés la historia, te cuento de qué va: Connell y Marianne van juntos a la escuela pero pretenden que no se conocen. Él es el típico chico popular de la secundaria; ella es muy reservada, solitaria, y sobre todo, orgullosa. Un día, se dan cuenta que hay una conexión un tanto extraña pero innegable entre ellos, y deciden esconderla, no hacerla pública ni dejar que nadie se entere. Pero todo cambia cuando se mudan a Dublín para asistir a la Universidad. El resto de la historia nos hace una ida y vuelta en el tiempo, contándonos como la poca comunicación entre los personajes los aleja por momentos, aunque siempre vuelven a encontrarse. Cuando terminé de leerlo pude escribir una sola cosa en mi reseña de GoodReads y fue que probablemente tenga una nueva autora favorita. Sally Rooney tiene una prosa espectacular, en la que te engancha desde un principio, y sabe muy bien como describir sentimientos complejos con palabras sencillas. La manera en que retrata las diferencias de clase, la vivencia del primer amor, y las complejidades de la familia y la amistad es simplemente maravillosa. Mi próximo paso será ver la serie y leer otros títulos de la autora.
📚 Book Lovers de Emily Henry: Si necesito leer algo que me apague un rato el cerebro y me permita disfrutar de una historia bien contada, sé que puedo contar con los libros de Emily Henry. Nora es una agente literaria que vive por los libros, sus clientes, y su hermana Libby. Es por eso que accede a irse un mes a un pueblo en Carolina del Norte cuando Libby le ruega que hagan un viaje de hermanas con la promesa de que se convertiría en la heroína de su propia historia. Y como es una novela romántica, Nora se encuentra con Charlie, un editor literario con quien no tiene muy buena relación. Pero la vida los sigue poniendo en el camino del otro, y así descubren que quizás hay una historia que puedan escribir juntos. No es el primer libro que leo de esta autora, y claramente no será el último. Sus historias son fáciles de digerir, los personajes son increíbles y las lágrimas nunca faltan (al menos para mí). Empecé a leerlo sin estar muy convencida de que me fuese a gustar, y terminé queriéndolo mucho, sintiendo a la historia muy genuina y a los personajes muy reales. Emily Henry es mi droga favorita, así que les traeré más libros de ella en un futuro.
🍽️ Y en la cocina estuve probando —
🎃 Hamburguesas de calabaza y lentejas: Mis recetas no suelen llevar cantidades exactas, y por lo general el proceso no es el mismo cada vez que replico un plato. Ese es el mayor miedo que tenemos en esta casa cada vez que cocino algo riquísimo: no saber si la próxima vez va a quedar igual de increíble. Eso pasó con estas hamburguesas; hice una tanda grande una vez, quedaron muy buenas, y ahora que las voy a hacer de nuevo, no sé si van a salir exactamente iguales. Pero lo vamos a intentar. Y si lo intentas vos también, por favor contame como te salen.
Vas a necesitar:
1 calabaza mediana
2 tazas de lentejas cocidas
1 diente de ajo
Harina
Avena
Sal
Pimienta
Vamos a empezar cortando la calabaza a la mitad, le sacamos las semillas, y le tiramos un poco de aceite, sal y pimienta. La metemos al horno hasta que este cocida, y la dejamos enfriar. Una vez que esté a temperatura ambiente, le sacamos la cáscara, y agregamos la calabaza en un bowl con las lentejas, el ajo picado bien chiquito y los condimentos que más te gusten. Yo suelo usar paprika, albahaca, sal, pimienta y un poco de cúrcuma. Con un pisa papas, integro todos los ingredientes lo mejor que puedo. De ser necesario, me ayudo con la mini pimer para romper un poco más las lentejas. Una vez que quedó todo bien integrado, le agrego un poco de harina y avena previamente procesada para lograr una masa más maleable. (Nota: agregar tanta harina o avena como sea necesario para lograr una masa que te guste y que se mantenga en su lugar). Y acá se viene mi parte favorita: armar las hamburguesas. Me mojo las manos un poco para que no se me pegue toda la mezcla y armo las hamburguesas sobre separadores de papel film. Las hamburguesas que no vaya a comer en el momento las guardo en bolsas tipo Ziploc y las meto en el freezer. Cuando las cocino, lo hago en una sartén bien caliente con un poquito de aceite, y no las doy vuelta hasta que están bien doradas y así evito que se rompan. Después, les pongo salsa de tomate y queso fresco, y las acompaño con alguna guarnición. Y voilá, ¡a disfrutar!
Este ensayo empezó a gestarse en septiembre, iba a publicarse en octubre, pero no encontré las palabras para darle forma hasta noviembre. Temía que termine publicándolo casi en diciembre, pero fue ese mismo miedo el que me dio el pie para sentarme, escribir, y publicarlo. Creo que es un miedo que se me aparece cada vez que estoy por publicar en Substack, todas mis dudas e inseguridades se hacen presentes, entonces me escapo y termino sin hacer nada. Quería que esta vez fuese diferente, así que me animé a escribir con cierta autoridad de un tema que no soy yo ni mis vivencias. Fue un desafío, y creo que lo seguirá siendo por un tiempo. Y quizás siga teniendo miedo, no creo que sea algo que vaya a desaparecer rápidamente, pero mientras siga apretando “Publicar”, entonces sé que me enfrenté al menos a uno de mis temores.