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Durante marzo quise todos los días despertarme y acordarme de mis sueños. Algunos días fue más fácil, otros menos y hubo algunos donde no me acordé absolutamente nada. Fueron muchas las veces que intenté llevar al día un diario de sueños, pero nunca lo pude volver un hábito. Habito el mundo de los sueños con mucha libertad y muy poca culpa; algo que no me pasa en el mundo real. En esa realidad paralela a la que tenemos acceso cuando dormimos puedo ser todo aquello que quiero y lo que no, también. Varias veces me encontré siendo la protagonista del musical más popular del momento, o cantando de invitada en un show de Taylor Swift; también encontré el amor, y lo perdí; fui una escritora reconocida, no en la masividad, pero en un punto justo que me hizo sentir realizada sin sentirme abrumada; me encontré en mi casa de Quilmes con mis gatos encima de mí mientras miraba una serie; asistí a un show de Fleetwood Mac en los ‘70 con un outfit increíble que nunca pude recrear; me morí y volví a vivir.
La Luna
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Viví cientos de vidas diferentes, tuve sueños que duraron varias semanas, como si fuese una serie de Netflix, y tuve otros que duraron tan solo segundos. Lejos estoy de poder anticiparme al futuro, pero varias veces soñé con situaciones que terminaron pasando. ¿La más reciente? Messi levantando la Copa del Mundo. Sucedió dos días antes de la final y, si bien confiaba en mis capacidades brujísticas y en quienes tenían que correr atrás de la pelota, tenía miedo. Si terminaba estando equivocada y no sucedía lo que todos los argentinos estábamos esperando, se caía completamente mi sistema de creencias y me quedaba hundida en escombros de todo lo que podría haber sido pero no fue. Pensar que podíamos estar tan cerca de lo que tanto soñamos y perderlo en tan solo instantes me ponía nerviosa. Durante 90 minutos retuve la imagen de mis sueños en mi mente, y entre rezo y rezo para curarle el mal de ojo a los jugadores, yo pensaba en lo que se me presentó en forma de premonición. Durante la tanda de penales mi mente estaba totalmente concentrada en lo que había visto mientras dormía; si lo había soñado, ¿por qué no iba a pasar, si fueron más las veces que mis sueños acertaron que las que erraron? El final ya lo conocemos todos. La imagen se volvió realidad y el pueblo seguirá festejando hasta el fin de los tiempos. Tenía ese momento del sueño grabado a fuego en mis pupilas, recordaba cada detalle y color, cada pose y lo que sentí cuando supe que iba a pasar. Unas horas luego de la victoria, encontré la imagen de mis fantasías.
Si hoy te tengo que contar que fue lo último que recuerdo haber soñado tendría que irme varios días atrás. Me da un poco de bronca no recordar lo que mi mente me muestra durante la noche. Hay días que despierto con sensaciones de lo que viví durmiendo, otros amanezco con imágenes confusas de cosas que no entiendo muy bien si sucedieron o no, y en mucha menor cantidad, me despierto con la habilidad de relatar mis sueños con lujo de detalles.
Hace unas semanas, resultado de una resonancia magnética, me tuve que sacar el piercing de la nariz; hice mucha fuerza, lo rompí y me quedó solo la mitad del aro. No fue tan terrible, al otro día me compré otro y lo reemplacé con mucha facilidad, pero esa misma noche soñé con miles de esos aros. Tenía una cantidad ridícula, con cada cajón que abría me encontraba más y más aros. A los segundos me doy cuenta de que me cuesta hablar, tenía la lengua un poco hinchada y las cuerdas vocales no respondían. Me encontré con que tenía un piercing en la lengua, uno en el otro orificio de la nariz, uno en el labio y otro más que recuerdo que estaba, pero no me acuerdo con exactitud donde. No podía hablar, no había manera de comunicarme y recuerdo querer pedir ayuda, arrancarme el aro de la lengua, pero que automáticamente aparezca otro en su lugar. Estaba completamente sola, devastada y desesperada.
Hoy, con el diario del lunes, puedo decirte que todo eso quizás se deba a que tengo problemas para expresar con exactitud lo que me pasa, o que me guardo palabras que quiero decir, pero mi cuerpo no colabora, o incluso podría decir que en algunas áreas de mi vida tenga problemas con la comunicación. Y si me lo pongo a pensar, todo eso es cierto; a veces no digo exactamente lo que pienso, me cuesta expresar mi opinión y eso me lleva a tener problemas de comunicación con las personas a mi alrededor. Soy fiel creyente de que los sueños nos dejan mensajes - algunos los entendemos en cuestión de segundos, y otros, tenemos que desmenuzarlos un poco más para entenderlos. Hay veces que incluso hay que darle un tiempo a esos mensajes para que decanten y para que nosotros estemos listos para escucharlos.
Los sueños no solo aparecen cuando dormimos. Desde que somos pequeños nos invitan a imaginar que cosas nos gustaría tener, en donde quisiéramos estar; nos abren la posibilidad a imaginar un presente en el que podemos tener todo aquello que anhelamos. Cuando era chiquita, soñaba con ser chef profesional, tener una casa con una biblioteca enorme y un jardín lleno de plantas y flores de muchos colores. Unos años después, soñaba con que Nick Jonas se enamorara de mí y estuviéramos juntos para siempre. A medida que fui creciendo mis sueños fueron cambiando. A veces se modificaba uno para agregarle algo que en ese momento me parecía mejor, y otras, creaba nuevos con tanto detalle que eran una gran ayuda para escapar de mi realidad. ¿Con qué soñabas cuando eras chiquito? ¿Pudiste lograrlo? ¿Con qué soñás hoy?
Por muchos años mi mayor sueño fue ser flaca. Era tan simple y complicado como eso. Desde que tengo alrededor de unos 6 años que soy consciente de que mi cuerpo incomoda y es diferente a lo esperado. Nunca fui delgada, siempre me costó encontrar con qué vestirme y “Te lo digo por tu bien” fue el comentario que más escuchaba en mi infancia; por eso, alrededor de los 7 años me pusieron por primera vez, pero no última, a dieta. Mi mayor deseo era verme como mis compañeras del colegio, como mis primas o mis vecinas. Deseaba que los chicos de la escuela me dejen de gritar cosas feas sobre mi aspecto físico, quería poder comprarme ropa en 47 Street y comer lo mismo que el resto de mi familia los domingos al mediodía. No me importaba el medio por el que lo podía llegar a lograr porque mi mirada estaba puesta en la meta. Todo lo que hacía estaba justificado porque era lo que más soñaba, y para lograr tus sueños tenés que trabajar. El sueño nunca llegó y en el medio, perdí y sacrifiqué muchas cosas de las que hoy me arrepiento muchísimo. Nunca era suficiente, no sabía en qué momento frenar y el sueño se volvió una pesadilla. Una pesadilla que me persiguió durante toda mi adolescencia; intenté esquivarla, me escondí, me escapé, pero siempre supo donde encontrarme.
No sé como me hace sentir el hecho de que ese sueño nunca haya llegado. No puedo imaginar como hubiese sido mi vida si lo hubiese alcanzado; ¿seguiría tan infeliz como en ese momento? ¿Me hubiese cambiado la vida completamente? ¿Me hubiese vuelto una persona horrible? Me gustaría poder hablarle a cada una de las Micaelas que luchaban día a día por alcanzar un sueño que hoy parece absurdo. Les diría que tienen permitido soñar con otras cosas, que hay muchas cosas que van a lograr que jamás hubiesen soñado, les contaría que nunca fuimos flacas y que no sé si algún día lo seremos, pero que a pesar de todo eso, podemos disfrutar, ser felices y permitirnos soñar con otra infinidad de posibilidades. ¿Qué le dirías a tus versiones pasadas? ¿Qué sueños dejaste ir y reemplazaste por otros?
Si siempre hubo algo que me hizo escuchar a mis sueños y prestarle atención a lo que me querían decir fue mi intuición. La intuición es definida como la habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón. Mi capacidad de percibir cosas no es tan clara o inmediata, pero sé que existe, que está dando vueltas por ahí. Durante mucho tiempo me negué a escuchar a esa voz que me decía que vaya por donde quería, que no me iba a equivocar, que piense menos y me deje llevar. El peor enemigo de la intuición es la razón. Más pensamos, menos entendemos y más nos escapamos de alguna manera, de ese poder que se encuentra dentro nuestro - de mí, de vos, de todos. Lo que pasa es que nos hicieron creer que todo hay que razonarlo, que cada sentimiento, instinto o pensamiento tiene que ser desmenuzado racionalmente y buscarle una explicación lógica. La intuición no se puede explicar. Simplemente pasa.
Aprender a escuchar mi intuición fue un aprendizaje que me tomó bastante tiempo. Se aparece como una sensación en el cuerpo que no logro poder explicar; si me preguntas como sé que me habla mi intuición, solo puedo decirte que siento un cosquilleo en mi cuerpo que me dice “Sí, seguí por ahí. Estás en lo correcto”. Me gusta pensar que la intuición se aparece como el sentido arácnido de Spider-Man. Lo sentís en todo tu cuerpo, estás seguro de que es algo a lo que tenés que prestarle atención y seguir ese instinto tan natural e innato. ¿Escuchas a tu intuición? ¿Cuáles fueron esas cosas que lograste por prestarle atención?
Si te soy sincera, me cuesta pensar en qué cosas logré por escuchar a mi intuición. Conseguí entradas para el recital de Twenty One Pilots incluso cuando la página me mostraba que estaban agotadas - yo sentí que tenía que volver a ingresar porque había entradas esperándome. Y las hubo. Evité planes donde terminaron pasando situaciones feas que me hubiesen afectado. Las personas que sentí que me iban a traicionar lo hicieron. Varias veces sentí que alguien estaba mal, le hablé y efectivamente estaba pasando un mal momento. Creo que llegué a un punto donde entiendo de tal forma lo que me quiere decir mi intuición que me es natural, y hay muchas cosas que no registro que pasan gracias a ella. Sin embargo, hay momentos donde estoy, llamémosle, más baja de energía y me cuesta entender hacia donde me guía. La cantidad de veces que confundí intuición con ansiedad fueron cientos; la sensación no es la misma pero es tan parecida que me cuesta discernir.
De hecho, hasta hace unos días estaba segura que este newsletter me iba a salir muy fácil escribirlo porque iba a abarcar temas que, no solo me gusta e interesan, pero que los tengo bien integrados a mi día a día. En este momento, me encuentro frenando luego de cada oración y mirando fijo la pantalla de la computadora con la mente divagando en cualquier otra cosa menos en esto que quiero terminar. Y no sé si es mi intuición diciéndome que me tome un tiempo para relajarme, que esto va a terminar saliéndome bien, o si efectivamente hay algo que no quiero exponer, aunque todavía no sepa bien que es. Conozco los límites de mi privacidad, si hay algo sobre lo que no quiero escribir, elijo no hacerlo; es mi espacio y puedo amoldarlo como a mí más me guste. Sí hay algo de lo que estoy segura y es que hay un tema que estoy intentando evitar desde que me senté a escribir.
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Una de las cualidades de La Luna es que brilla por el reflejo de la luz de El Sol. Son dos caras de una misma moneda. Una representa la luz, y otra, la oscuridad. Creo, si no me equivoco, que en el newsletter sobre La Luna de 2022 hablé sobre como en ciertos momentos debemos adentrarnos en las profundidades de nuestro ser y encontrarnos cara a cara con nuestras partes más oscuras, las que más negamos y escondemos bajo llave bien bien lejos de nuestro alcance. El problema es que de una forma u otra esas partes aparecen. Y suelen aparecer como espejo nuestro en las personas que nos rodean. ¿Qué cosas te molestan o irritan de las personas que se encuentran a tu alrededor? ¿Crees que de alguna manera también son parte tuya? No quiero evitar poder escribir la respuesta a esta pregunta pero sí creo que la respuesta es un tanto privada y que no solo me incluye a mí sino también a quienes me rodean.
Por ejemplo, todas aquellas cosas que me molestan de mi mamá, de mi hermana, de mis amigos o de un compañero de trabajo son cosas que probablemente tenga yo también y no sepa verlas. Son ese tipo de cosas que no tengo bien resueltas y cuando las veo en un otro, me enoja, me irrita o no me gusta para nada. Aprender a notar cuando pasa esto es un paso para poder ver y trabajar en ciertas áreas de nuestra persona; eso siempre y cuando uno quiera, tampoco busco obligar a nadie a hacer una introspección porque son pocas las oportunidades en que yo lo hago a consciencia. Si tengo que ser completamente honesta, y siempre busco serlo, no sé que más decir sobre este tema. Es de esas cosas que sé que son así pero me cuestan aplicarlas a la vida misma. ¿Te pasa algo similar? ¿Cómo te sentís cuando te das cuenta de estas cuestiones?
Leí la columna de julio 2022 donde también hablé de La Luna. A veces leo cosas que escribí hace un tiempo, un poco para ver como cambió mi estilo de escritura, y otro poco para ver como cambié yo como persona. Me resultó un poco gracioso que haya hablado de como se me apareció alguien en mis sueños y no me dejaba ir ni yo a el. Curiosamente, o quizá no tanto, volvió a aparecer en una seguidilla de sueños recientes que tuvieron una continuidad. Casi como si fueran capítulos de una serie, todas las noches soñaba la continuación de lo que había soñado la noche anterior. A raíz de eso escribí un texto del que estoy muy orgullosa que compartí con una sola persona porque me dio un poco de vergüenza exponer mis sentimientos más íntimos y no quería compartirlos con todo el mundo. Quizás lo comparta en alguna otra columna, o quizá solo viva en las notas de mi computadora. No lo sé. De lo que sí estoy segura es de que esa fantasía es solo eso: una fantasía. Fue lindo mientras duró pero nunca sucedió y probablemente nunca suceda.
Honestamente esa columna no es de mis favoritas y por más sincera que intenté ser en ella, siento que no lo logré como me hubiese gustado. Espero en unos meses leer este post y sentir todo lo contrario.
Como es costumbre en esta nueva forma de enfocar el newsletter, voy a hablar del signo del zodíaco con el que uno esta carta: Piscis. El número doce, último en la rueda, el signo con el que despedimos el año astrológico y nos preparamos para empezar uno nuevo. Piscis es un signo con el que siento mucha afinidad y es muy probable que se deba a que es el signo de mi ascendente. Pero también siento cariño por el ya que la sensibilidad y la característica de absorber todo lo que pasa a su alrededor como esponja son cualidades que encuentro en mí misma.
En Piscis todo es confuso, no diferenciamos lo que es nuestro de lo que es de otro, el borde no existe y sentimos que todo nos pasa a todos de forma colectiva. El símbolo de este signo nos muestra que todo es circular, no hay comienzos ni finales, no hay primeros ni últimos. Es un signo de agua, que representa a las emociones; lo rige Neptuno, el planeta de la sensibilidad y en cierto punto, lo vuelve poroso a las emociones del entorno.
Al igual que con el Tarot, a medida que vamos llegando a los últimos signos, las definiciones son más complicadas de explicar y comprender; todo se encuentra más profundo en el inconsciente y es difícil discriminar esa información de todo aquello de lo que sí somos conscientes. Así como te vas a encontrar con piscianos ultra sensibles y empáticos, también vas a encontrarte con su antítesis: un pisciano racional que busca estructurarse para no perder en tanta sensibilidad. Vas a conocer piscianos verborrágicos y piscianos silenciosos. Sin embargo, hay algo que comparten todos los piscianos y es su gran capacidad de intuición; en cierto punto puede jugarles en contra ya que se basan en suposiciones de como se siente un otro en lugar de preguntar.
Escribir esta columna resultó más difícil de lo que esperaba. Hubo momentos donde no sabía como seguir, qué decir o hacia donde dirigirme. Poder encontrarme con palabras que ya dije sobre un mismo tema me ayudó mucho, si una vez pude escribir sobre algo similar, voy a poder una vez más. Al principio esto era algo que me daba miedo; quedarme sin algo que decir, creer ya había dicho todo lo que tenía para decir sobre una temática en particular. Hoy me doy cuenta que no es así; la vida me pone en diferentes experiencias que me sirven para poder abordar una misma carta desde otra perspectiva y por eso estoy muy agradecida.
Sé que acá debería ir una reflexión acerca de todo lo que acabo de exponer, pero así y todo no sé bien qué decir. Enfrentarte a tu propia oscuridad no es fácil, dar el primer paso para hacerlo mucho menos. Las últimas semanas sentí que estaba flotando en una nube viendo como se me pasaban los días y yo no hacía nada por hacerlos valer la pena. Otras veces no entiendo bien mis sentimientos, lo que me pasa y por qué actúo como lo hago; no expreso lo que siento por miedo a lo que me puedan decir las personas a mi alrededor, por quedar como una exagerada frente a problemas banales, por tratar con seriedad algo que para otros es una tontería. Hay momentos donde no escucho a mi intuición y cuando las cosas salen como sabía que iban a salir si hacía o dejaba de hacer lo que hice o no hice, me quemo la cabeza pensando en por qué no seguí mi primer instinto. Me hace bien saber que ahí afuera debe haber alguien que siente algo medianamente parecido a lo que siento yo y que de alguna forma nos acompañamos - al final del día todos estamos bajo la misma Luna. Quizás hoy no sepa que quieren decirme mis sueños, es probable que no lo sepa nunca, pero tener la certeza de que siempre voy a poder soñar, me deja muy tranquila.
A otro nivel esta columna Mica. Me encantó como fluyó naturalmente la lectura y gracias por abrirte como la hacés, me haces pensar mucho. A veces me sorprende lo mucho que se conecta todo, literalmente ayer terminé de mudarme y lo último que hice fue poner una lampara con forma de luna en el estante más alto y encenderla. Unos dias antes estaba pensando como "bautizar" al lugar en el que vivo y se me vinieron a la mente 3 nombres: "El Viajero", "El Faro" y "La Luna".
Hace unas semanas, soñé con vidas pasadas, como vistazos de un segundo.
Creo que a veces damos por sentado lo increible y mágico que es tener la capacidad de soñar.
Ya quiero leer lo próximo que escribas <3
Antes que nada quiero decirte que este news está a otro nivel ♥. No se qué tiene, pero lo noto tan elevado y tan... no se cómo decirlo, pero siento que hubo un progreso hermoso en tu forma de expresarte y lo estoy disfrutando un montón!
Ahora, en cuanto a la intuición creo que jamás me falló. Si me pongo a pensar en todas las cosas que sentí que "no eran por ahí" pero seguí adelante por no confiar en mi misma, me doy cuenta que al final estaba más claro que el agua que mi intuición estaba en lo correcto. Ex amigues con quienes decidí reconectar después de haber cortado vínculo, salidas a las cuales no tendría que haber asistido, ropa que no me hace sentir "yo" sino parte de un colectivo que dice que "deberías tener x" cuando x no me interesa... ufff hay miles de situaciones en las cuales me veo reflejada.