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Agosto se sintió interminable. Llegar al jueves 31 fue una lucha que parecía no tener fin. En agosto casi que no escribí. Decidí, sin aviso previo, tomarme un descanso de mis espacios más personales, libre de culpa. No fue una decisión premeditada, simplemente sucedió. Sí creo que este tiempo fue necesario para poder ver las cosas desde otra perspectiva.
No haberme presionado para aparecer cuando no tenía nada para decir fue un permiso que debería haberme dado antes.
Antes de quedarme sin nada que decir, sin ganas de escribir y sin poder disfrutar de hacer algo que tanto me gusta.
De hecho, antes de este descanso, estaba escribiendo una serie de publicaciones basadas en las comunidades digitales, el mensaje que dejamos para la posterioridad y nuestra propia relación con las redes sociales.
En la última publicación mensual que hablé sobre hogar, me consumían las ganas de escribir sobre la mudanza que estoy transitando y la angustia que me acompaña cada vez que me encuentro guardando toda mi vida en cajas.
Los cambios de por sí generan cierto estrés y una mudanza es un movimiento de tal magnitud que a veces te desarma y volver a encontrarte entero lleva más tiempo del que esperabas. Hoy no quiero hablar de la mudanza, de como las paredes están vacías ni de la emoción que me genera habitar un nuevo espacio. Quiero concluir mi plan inicial de esta serie en tres partes sobre como vivo la comunidad virtual y el rol que cumplo dentro de ese espacio que de alguna manera lidero.
Cuando me sumergí en el mundo de las Kardashian, mencioné mi disconformidad con el mensaje que le compartieron a sus seguidores a lo largo de los años. Si bien se acomodan a la temática de turno, eso no las convierte en mis personajes favoritos, aunque las consuma en varios de sus formatos.
No conozco los motivos por los cuales la familia Kardashian sigue vigente a pesar de la cantidad de veces que se las intentó cancelar. Tampoco quiero seguir analizando cada uno de sus movimientos porque no es mi objetivo; simplemente fueron el medio que encontré para poder exponer mis sentimientos frente al mensaje masivo y muchas veces nocivo que las celebridades comparten en sus plataformas.
Me tomé un merecido y necesario descanso durante agosto y algunos días de septiembre. En parte porque planear y atravesar una mudanza lleva tiempo y energía, y en parte porque no sabía como enfrentarme a la hoja en blanco. Es un fenómeno que vivo con cierta regularidad, y que desaparece en el momento en el que permito que mis dedos aprieten teclas sin ningún rumbo determinado. Suelo decirme que si algo no me gusta lo puedo borrar, pero que lo más importante del proceso de escribir es poder bajar al papel la mayor cantidad de palabras posibles.
Siguiendo mis propios consejos y procesos que me sirvieron en su momento, voy a intentar contestar la pregunta que le da un marco a la última publicación de esta serie que me inventé sobre comunidades digitales.
Todos somos personas que nos exponemos en redes; sea para una audiencia chica o grande, publicamos historias, fotos, videos, les hacemos saber nuestra posición frente a temas que nos dividen, compartimos nuestra ubicación y cada plato de comida.
Teniendo esto en cuenta, ¿qué mensaje te gustaría dejar en el mundo para posterioridad?
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